martes, 9 de febrero de 2010

EL AMOR ES DESTRUCCIÓN

Al aparecer el libro La destrucción o el amor, Miguel Hernández le escribe a Vicente Aleixandre una carta en la que le dice: “He visto su libro La destrucción o el amor; no puedo adquirirlo. Si usted pudiera darme un ejemplar yo le quedaría muy reconocido”. Vicente le dio el libro y simpatizaron pronto. Después de la guerra, en el año 1941, aguardando el tren que le llevaría desde la prisión de Ocaña a la Alicante, Miguel Hernández le escribe otra carta en la que le dice: “En fin, tu libro es como mi niño; creciente, y este mundo es un zapato harto pequeño para tu libro, mi niño y yo”.

Unidad en ella

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

Vicente Aleixandre
De La destrucción o el amor.

El poema "Unidad en ella" responde a la concepción que Aleixandre tiene del amor y la muerte confundidos en una total y luminosa afirmación del ser. A través de sorprendentes imágenes de clara ascendencia surrealista, el poeta identifica a la persona amada con el universo, de forma tal que amar es diluirse en la Naturaleza. El cuerpo femenino, en su forma externa, es "diamante o rubí duro, / brillo de un sol que entre mis manos deslumbra, / cráter que me convoca con su música íntima," (versos 5-7); y en ese cuerpo femenino quiere morir el poeta para sentir, precisamente, la vida. Convertida la amada en un cráter -verso 5-, el poeta la imagina como un volcán en erupción, en cuya lava -la sangre de ella- quisiera integrarse y alcanzar así su anhelo
de fusión cósmica:

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos limites de la vida.

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